jueves, 17 de octubre de 2013

Crítica: El Club de los Poetas Muertos (1989)

El Club de los Poetas Muertos (1989): una filosofía de vida


Esta película es una de las muchas (junto a Braveheart Réquiem por un sueño) que me pusieron en el instituto en Filosofía. Si bien me gustó y la disfruté muchísimo, el verdadero significado de la cinta se me escapó hasta que la vi siendo más mayor, habiendo pasado el instituto e incluso varios años de universidad. Siento que si la hubiera revisionado antes mi visión del mundo sería diferente a día de hoy, y es que es imposible ver El Club de los Poetas Muertos sin sentir despertar un fiero deseo de darlo todo a cada instante, independientemente del momento y la situación (política y económica actualmente, por desgracia) en la que uno se encuentre. 

El argumento nos planta a finales de los 50 en la prestigiosa academia estadounidense Welton, en la apertura del nuevo curso académico. El antiguo profesor de literatura se ha jubilado y su sustituto es John Keating (Robin Williams), ex-alumno de la academia y que ha estado dando clase en una academia de Londres en los últimos tiempos. Cuál es la sorpresa de los chicos cuando, tras una serie de clases absurdamente aburridas, en literatura el señor Keating les insta a salir del aula y a observar fotografías de antiguos alumnos, haciéndoles notar que ya están "criando malvas" y que murieron sin haber vivido el momento. En la siguiente clase, hace que uno de los alumnos lea la primera página del libro de poesía, una teoría matemática de un estudioso sobre la belleza y calidad de los poemas... para acto seguido tacharlo de "basura" e instar a los alumnos a arrancar dicha hoja. En las consecutivas clases, Keating les hace hacer desde subirse a su escritorio, a escribir un poema de propio puño y letra y desfilar libremente por el patio sin tener en cuenta ningún patrón, todo ello para estimular las mentes hasta entonces constreñidas de unos chicos que tienen un sueño. Todo ello insistiendo en que le llamen "Oh capitán, mi capitán", en referencia a un poema dedicado a Lincoln.

Desconcertados por el método de enseñanza de Keating, algunos alumnos investigan sobre él y encuentran su anuario, donde figura como miembro de "El Club de los Poetas Muertos". Al preguntarle sobre ello, Keating responde que un grupo de chavales se reunían en una cueva cercana para recitar poesía y componer sus propios versos. Aunque a muchos les parece ridículo al principio, un grupo de seis empieza a reunirse en secreto en dicha cueva, tomando el relevo del Club y encontrando su liberación a través de la poesía. Pronto las clases de Keating son las más esperadas por todos los alumnos, prestándole ciega atención al lema de "carpe diem", vive el momento ("corta rosas mientras puedas") mientras que sus enseñanzas les llevan a vivir como nunca lo han hecho y atreverse a hacer cosas que jamás hubieran osado simplemente porque es lo que desean. Por supuesto, los métodos de enseñanza de Keating no gustan al resto de profesores de la academia, ultraconservadores con sus patrones, y éste se encuentra bajo el punto de mira del resto de profesorado del centro. No obstante él sigue predicando su filosofía de vida, y los alumnos llegan a tratarle como uno más al intentar ayudarles con sus problemas, utilizando la poesía como medio absoluto de expresión. 

La película en sí es una oda a la libertad de elección narrada a través de la vida de un grupo de chicos y el cómo la poesía y todo lo que conlleva les ayuda a crecer como personas, encontrar su camino... aunque no todas las historias que se narran tienen un final feliz. Robin Williams (actor al que siempre he idolatrado) está magnífico en su papel de entrañable profesor soñador e idealista, preocupado por las disyuntivas de sus alumnos y siendo un padre para ellos más que sus propias familias. Le acompañan un elenco de jóvenes actores que no desentonan en ningún momento, ofreciendo en algunos casos actuaciones espectaculares (como es el caso de Robert Sean Leonard, que posteriormente sería el inseparable compañero de House). 

Como el propio Keating predica: 

"Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana, y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo y el amor son cosas que nos mantienen vivos"

Para los que hemos sido estudiantes toda nuestra vida, esta película es realmente una lección con la que nos sentimos identificados. No hay más que ver el primer día de clases de estos chavales: latín, química, trigonometría... Todas transcurren de forma monótona, con los profesores limitándose a soltar sus conocimientos y a encargarles toneladas de trabajos y problemas ante la resignación y aceptación de los alumnos... porque no han conocido nada más. Y entonces llega el señor Keating, instándoles a que se levanten de sus eternos pupitres para contemplar fotos de antiguos alumnos, que no vivieron como deseaban, para recordarles que la vida no es para siempre y que hay que vivir el momento. Con ése "arrancad ésa hoja" el señor Keating está rompiendo también los moldes de un método de enseñanza tan cuadriculado, satisfecho de sí mismo y estático, que se olvida de que el conocimiento también debe contener un ingrediente de pasión y de ansias por conocer lo que se está aprendiendo. 

A pesar de tratarse de una academia de finales de los 50, los problemas que enfrentan los protagonistas (en especial cuatro de ellos) nos son tan familiares que es difícil no empatizar. Neil (Robert Sean Leonard) viene de una familia relativamente humilde y su padre le obliga a estudiar algo que odia por el simple prestigio de dicha ocupación. Todd (Ethan Hawke) es el chico nuevo, absolutamente tímido e incapaz de hablar en público ante el miedo al ridículo. Knox (Josh Charles) está enamorado de una chica de otro instituto, pero ella tiene novio y no parece ni siquiera saber de su existencia. Charlie (Gale Hansen), el más rebelde y transgresor del grupo, es incapaz de soportar más la rutina y la vida absurdamente controlada que lleva en la academia. Bajo su nuevo lema, "carpe diem", Neil se presenta a un casting de teatro, su verdadera vocación, y obtiene el papel protagonista en la obra El sueño de una noche de verano de Shakespeare; Todd pierde la timidez gracias a la poesía y las enseñanzas del señor Keating; Knox consigue declararse e invitar a salir a la chica que le gusta y Charlie arriesga el todo por el todo publicando un artículo en el periódico de la escuela reivindicando la aceptación de mujeres en la academia, lo cual casi le reporta la expulsión. 

Inolvidables todas las escenas, pero una queda gravada a fuego: el homenaje a Keating, cuando todos los alumnos desafían las órdenes de su director y se suben a los pupitres en un acto de rebeldía al lema de "Oh capitán, mi capitán". Impagable. 




"Sólo al soñar tenemos libertad. Siempre fue así y siempre así será"