miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cine asiático: Adiós a mi concubina (1993) y Memorias de una geisha (2005)

Cine asiático: Adiós a mi concubina (1993) y Memorias de una geisha (2005)

Sayuri (Ziyi Zhang) en su presentación 
oficial como maiko.

Antes de que alguien me acribille... no tengo ni idea de por qué se me ha ocurrido juntarlas en un mismo post. Aunque ambas son películas fascinantes y magníficamente realizadas, soy consciente de que sólo una (Adios a mi concubina) es una producción enteramente asiática, siendo la otra (Memorias de una geisha) un intento norteamericano de acercar la fascinante cultura japonesa al espectador occidental.

Dieyi (Leslie Cheung) interpretando a la concubina Yu.

Sin embargo, hay varias coincidencias que hace que sea inevitable que una nos recuerde a la otra y viceversa:

1. En las dos se nos narra la vida de un niño abandonado por sus padres y que debe consagrar su vida a una estricta disciplina para conseguir ganarse la vida. Mientras Douyi (Adiós a mi concubina) es mutilado y regalado a una compañía de teatro por una madre prostituta por la imposibilidad de mantenerlo en el burdel, Chiyo (Memorias de una geisha) es vendida por su padre a una casa de geishas ante la próxima muerte de su madre. Sobra decir que ambos consiguen volverse celebridades en los diversos ámbitos.

La pequeña Chiyo (Suzuka Ôgo) regresa feliz de su primer 
encuentro con el Presidente Ken Iwamura.

2. Ambas suceden cronológicamente alrededor de la Segunda Guerra Mundial, época que fue muy turbulenta para el mundo asiático y muy en especial para China y Japón, que estaban en bandos contrarios. En ambos casos los estragos de la guerra y los constantes cambios políticos marcan las vidas de los protagonistas y les obligan a tomar decisiones drásticas. En Adiós a mi concubinaXiaolou (el compañero de teatro de Douzi, que posteriormente es llamado Dieyi) es encarcelado por los japoneses y Dieyi debe actuar frente a los nipones para conseguir su liberación, lo cual le granjea el desprecio de su propio compañero y una posterior acusación de traición a la patria. Casi al final de la cinta, ambos son perseguidos y humillados por el nuevo régimen comunista chino. En Memorias de una GeishaSayuri (anteriormente Chiyo) debe huir de Kioto ante la invasión norteamericana, dedicarse a trabajos duros que la desgastan físicamente y posteriormente renunciar a sus principios reuniéndose con estadounidenses para conseguir el patrocinio de un importante jefe militar.

Dieyi aplaudido por el público.

3. En ambos casos los protagonistas sufren un amor no correspondido (o al menos esa es la impresión) por personas que de un modo u otro han definido su modo de ser, y en cierta medida esos sentimientos prácticamente les destruyen. En Adiós a mi concubina, Dieyi acaba desarrollando con los años sentimientos románticos por su compañero Xiaolou (intensificados más si cabe por el hecho de representar durante décadas a un personaje femenino), aunque ése amor platónico se ve amenazado cuando entra en escena Juxian, una prostituta de la que se enamora Xiaolou. En Memorias de una Geisha, Sayuri conoce en su infancia al Presidente Ken Iwamura, que la anima cuando está deprimida, y casualmente al crecer Sayuri debe seducir al socio de éste, Nobu, para convertirse en una geisha de prestigio. Enamorada del Presidente desde que era niña, Sayuri debe tragarse sus sentimientos y enfocar sus atenciones a un hombre por el que no siente nada mientras se distancia más y más de Iwamura.

Sayuri se encuentra de nuevo con el Presidente (Ken Watanabe)

4. Esto ya es detalle tonto, pero la magnífica Gong Li aparece en ambas películas, comiéndose la pantalla en muchas escenas (no encuentra rival en Memorias de una geisha, y se ve sólo opacada por el magnífico Leslie Cheung en Adiós a mi concubina).

Juxian en Adiós a mi concubina.

La arrogante geisha Hatsumomo en 
Memorias de una geisha.

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Adiós a mi concubina (1993)

Pekín, Año 1924. Una madre y su hijo observan cómo un grupo de niños actores realizan una representación en pleno mercado. Shitou (que posteriormente sería conocido como Duan Xiaolou) rompe una piedra con la cabeza para entretener al público, lo cual supone una ofensa para su maestro que se apresura a castigarle. Tras la representación, la madre que observaba el espectáculo lleva a su hijo ante el maestro de la compañía de teatro y pretende regalárselo, alegando que ella es prostituta y que el niño es demasiado mayor para quedarse con ella en el burdel. El hombre rechaza al crío, ya que tiene un dedo de más en una mano, así que la madre ni corta ni perezosa se lo corta para después dejarlo al cuidado de la compañía de teatro y desaparecer para siempre.

El pequeño Douzi (Ma Mingwei) junto a su madre.

El pequeño Douzi es duramente entrenado en la disciplina del teatro con métodos bastante inhumanos, aunque solía contar con la ayuda de Shitou, que en más de una vez recibió un castigo por favorecerle. A partir de entonces nació una amistad que sería el hilo conductor de los más de 50 años que abarca la película. Con el tiempo, Douzi empieza ser entrenado para representar papeles femeninos, ya que estaba prohibido que las mujeres participaran en la ópera y el teatro. Una de las escenas clave es cuando debe recitar un verso en el que debe decir "yo nací mujer" mientras que él se empeña en decir "yo nací varón", negándose a rechazar su propia masculinidad. Los castigos físicos acaban por hacerle ceder por el tiempo, y Douzi inicia una meteórica carrera junto a su compañero Shitou.

Dieyi (Leslie Cheung) y Xiaolou (Zhang Fengyi) 
interpretando a la concubina Yu y al rey Xiang Yu.

Años después, Douzi, ahora conocido como Cheng Dieyi (Leslie Cheung) y su compañero Shitou, ahora llamado Duan Xiaolou (Zhang Fengyi) son actores célebres y reconocidos por toda China por su representación de la Concubina Yu y Xiang Yu, respectivamente, en la famosa ópera Adiós a mi concubina. Al ir creciendo juntos, Dieyi se ha enamorado en secreto de Xiaolou, pero éste es un mujeriego prendado de la prostituta Juxian (Gong Li) a la que propone matrimonio, desatando los celos de Dieyi. A la tormentosa relación de los protagonistas se une el cambio político de China al sufrir la invasión japonesa del mismo modo que la posterior llegada del comunismo, siendo perseguidos por diversas facciones políticas y sociales.

Dieyi maquillando a su compañero Xiaolou.

La película en sí es un repaso a la situación social y política de China desde los años 20 hasta la implantación del comunismo (la última escena tiene lugar por allá en 1977) y de cómo ésta influye en la cultura de la época, en éste caso representada por dos artistas de teatro. Pero más que eso es un retrato del personaje de Dieyi, un análisis exhaustivo de su vida desde que renunció a su masculinidad para entregarse a la ópera y cómo su obsesión por el escenario y el amor por su compañero acaban destruyendo su cordura. Asistimos a su paulatina caída en espiral, como la realidad y la ficción se desdibujan en su mente hasta que prácticamente no es capaz de distinguir el actor que es y el personaje que interpreta (algo semejante a lo que ocurre con el personaje de Natalie Portman en Cisne Negro). En su viaje es constantemente vapuleado, sufriendo desde vejaciones hasta caer en el consumo de drogas, rechazos y persecuciones políticas, que soporta únicamente por la pasión ilimitada que siente por la ópera.


Sobra decir que Leslie Cheung realiza una interpretación prácticamente impecable, consiguiendo transmitir todas las emociones desgarradoras de su personaje con una sola mirada. Inolvidable la escena en la que es despedido del papel que le ha dado la fama y se marcha, llorando bajo el maquillaje de concubina, con los pasos cortos y recatados de una doncella. La tristeza que experimenta su personaje se te contagia, y te descubres a ti mismo sintiendo su impotencia y su profundo dolor.

Por lo demás, la película está maravillosamente realizada, destacando en especial ese trabajado vestuario y el increíble maquillaje: visualmente es una delicia y eso es innegable. La música, que acompaña en especial las escenas en las que los protagonistas están actuando, desaparece en algunas escenas para dejar que lo visual cobre sentido, relegando la fuerza a lo que está sucediendo. Hay quien dice que se le hace larga, pero yo reconozco que me pasé las tres horas pegada a la pantalla sin apenas parpadear: no quería que acabara nunca.


Memorias de una geisha (2005)

En Yoroido, una aldea de pescadores del Mar de Japón, la pequeña Chiyo (Suzuka Ohgo) y su hermana Satsu son vendidas por su padre a un hombre venido de Kyoto. Mientras Satsu es vendida a un burdel, Chiyo acaba como sirvienta en una casa de geishas (okiya): la dueña, no obstante, al ver sus ojos de un inusual color azul, decide darle la oportunidad de convertise en geisha. Sin embargo, Chiyo se escapa para encontrar a su hermana y huir de Kyoto: al final, Satsu se va sin ella y Chiyo es atrapada en su huida, pasando a ser de nuevo una vulgar sirvienta. 

El suceso que cambia el destino de Chiyo sucede un día que la niña llora en el puente que cruza el río. Allí, un elegante ejecutivo (Ken Watanabe) se detiene al verla triste y le dice que unos ojos como los suyos nunca deberían estar tristes. Al marcharse el señor (que luego se revelará como el Presidente Ken Iwamura) acompañado por dos elegantes geishas, Chiyo se promete trabajar duro para volver a encontrarle habiéndose convertido en una de aquellas elegantes mujeres en vestidos de seda.

Chiyo en su primer encuentro con el Presidente Iwamura.

Durante muchos años, y a pesar del desprecio de Hatsumomo (Gong Li), la única geisha que ejerce en la okiya, Chiyo sigue esforzándose por complacer a la dueña. Un día hace su aparición Mameha (Michelle Yeoh), antigua geisha de la okiya y una de las más célebres de Kyoto, que acepta hacerse cargo del entrenamiento de Chiyo en un tiempo récord para derrotar a Hatsumomo, que a su vez entrenará a la torpe Calabaza (Youki Kudoh). Chiyo, que cambia de nombre a Sayuri (Ziyi Zhang), deberá aprender las artes de las geishas en pocos meses para conseguirse un renombre en el barrio de Gion. Uno de sus primeros clientes, precisamente, es el Presidente Ken Iwamura, aunque él no da muestras de reconocerla y en su lugar Sayuri debe entretener a Nobu (Kôji Yakusho), el socio de éste. 

Sayuri en su debut como geisha.

Tras hacerse un nombre, el objetivo de Mameha es que el mizuage (virginidad) de Sayuri sea vendido como el más caro de la historia... cosa que consigue, desbancando al suyo propio y derrotando finalmente a Hatsumomo. De este modo, Sayuri pasa a ser la heredera de la okiya y Hatsumomo tiene que marcharse. Poco después y con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y los consiguientes ataques norteamericanos, Sayuri debe abandonar Kyoto y esconderse en los pueblos de las montañas, abandonando su carrera como geisha para dedicarse a trabajos mucho más humildes. Nobu la encuentra al cabo de unos años y le suplica que se reúna con un general estadounidense para conseguir que patrocine su empresa y la del Presidente Iwamura. Por supuesto, Sayuri desconoce que Nobu está enamorado de ella y sigue prendada por su Presidente, al que no ha visto en varios años.

Sayuri y Ken Iwamura.

Aunque se trata de una película norteamericana y no tiene al aire intimista y "natural" tan típico del cine asiático, lo cierto es que Memorias de una geisha es un digno acercamiento a la cultura de las geishas y su estética japonesa está más que conseguida. No hay que olvidar errores garrafales, como que la actriz principal (aunque muy acertada en el papel) es china y no japonesa o que el guión de hecho está basado en una novela americana, no desde el punto de vista oriental. Aún así, es una película de lo más disfrutable, entretenida, emocionante y con una estética realmente impresionante: en ése sentido se puede decir que se fusiona lo mejor del cine occidental y oriental para ofrecer una película que, guste más o menos, no deja a nadie indiferente.